Alimentos
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En su alimentación, las tortugas
aprecian, particularmente, las plantas cactáceas. Aunque también se alimentan
de los frutos desprendidos de los árboles y arbustos, entre los que cabe
destacar las vainas maduras de los algarrobos, a las que logran partir con
sus picos córneos. De estas leguminosas y de los pastos de gramíneas las
tortugas obtienen la mayor parte de los azúcares y proteínas que requieren.
La dieta se completa con plantas herbáceas, que suelen brotar tras las
lluvias de verano, también con la ingestión de pequeñas piedras que las
proveen de calcio. En muchos casos, la alimentación requiere eliminar las
espinas que posee buena parte de la vegetación del hábitat de las tortugas.
Aquellas son arrancadas con ayuda de las patas. Es frecuente que se queden
clavadas en ellas y que se originen infecciones. El lento metabolismo de las
tortugas hace que las transformaciones de los alimentos ingeridos sean muy
lentas, por lo que son posibles largos períodos de ayuno. También, pueden
prescindir durante mucho tiempo del agua, pues, como parte de su adaptación
al hábitat desértico, retienen en la vejiga el agua de la orina. El período de celo comienza en
noviembre y se extiende hasta finales de año. Durante el celo, se hacen
audibles las llamadas de cortejo. Los machos defienden, agresivamente, sus
territorios, expulsando a los rivales tras luchas que incluyen topetazos de
caparazones y mordiscos que pueden provocar mutilaciones. La misma violencia
se exhibe durante el cortejo a las hembras, las que adoptan una actitud mucho
más pasiva. Una vez que los machos son aceptados, tiene lugar la cópula,
durante la cual ambos individuos emiten una serie de quejidos audibles a
cierta distancia. Las hembras ponen los huevos
entre enero y marzo en unos nidos de hasta 10cm de profundidad, que excavan
con las patas traseras utilizando su propia orina, para darles consistencia y
favorecer el manejo del suelo. Suelen realizar hasta tres puestas de entre
uno a cinco huevos cada una, separadas por un mes de intervalo. Esto es
posible porque, luego de la cópula, las hembras pueden
mantener espermatozoides vivos en la cavidad común, denominada cloaca, donde
terminan los aparatos digestivo, urinario y reproductor. Los huevos son
esféricos, de color blanco y con unos 4cm de diámetro. Permanecen en una
especie de "hibernación embrionaria" durante un año para dar lugar,
entre febrero y abril, a las nuevas tortugas de, apenas, 4cm de largo. El caparazón, que dificulta en
grado extremo la cópula entre las tortugas, resulta la más eficaz defensa que
poseen estos animales. Dependiendo de la gravedad del peligro, las tortugas
emiten una serie de resoplidos roncos. Luego, tratan de morder al atacante y,
por último, retraen cabeza, patas y cola dentro del caparazón. El conjunto
queda totalmente sellado, gracias a las fuertes escamas de la parte exterior
de las patas. De esta forma, muy pocos animales -exceptuando a los humanos-
representan una auténtica amenaza para las tortugas. Tan solo ocasionalmente
algunos gatos monteses, zorros o pumas logran vencer la resistencia del
caparazón. En cambio, los huevos y crías, que todavía no han solidificado el
caparazón, son susceptibles a la acción de predadores, pues se convierten en
presa fácil para gran cantidad de animales, entre ellos, peludos y zorrinos. |
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LAS PRINCIPALES AMENAZAS A SU SUPERVIVENCIA |
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